¿A partir de qué cantidad de euros de gasto en una compra frívola comienzas a sentirte mal por haber dejado marchar tu dinero? Si vas a adquirir algún artículo prescindible y a todas luces caprichoso, ¿cuál es ese límite en el que empiezas a dudar si comprarlo o no?
El estudio de nuestra curva de la satisfacción es mucho más interesante de lo que puede parecer en un principio, e incluso puede ofrecernos información de la salud financiera de la persona en cuestión. Cuando pienso en las personas que conozco que comparten mi misma escala social y nivel de vida, me doy cuenta que la relación entre ese techo de sentimiento de culpabilidad y el nivel de salud financiera es prácticamente directo, es más, incluso en mí lo he llegado a notar.
Tengo la sensación de que todas las personas que conozco que no tienen el más mínimo reparo en coger aquello que le ha entrado por los ojos y llevarlo sin pensar a la caja de la tienda, son aquellas que no tienen un euro ahorrado como colchón de emergencias, sus tarjetas de crédito u otros préstamos caros con la deuda saldada y mucho menos una cuenta de inversión para su futuro.
He de reconocerme también entre esas personas. El día que comprendí que mi curva de la satisfacción no era coherente, comencé a quitarme de encima el molesto crédito del coche y las pequeñas compras que aun quedaban pendientes de saldar en la visa. Entendí también que muy mal se tenía que poner el tema para volver a generar deuda mala en la economía familiar. Ahora la cosa ha cambiado mucho. Disponemos de nuestro saludable colchón de seguridad, nuestro único crédito es la hipoteca de nuestra casa (que pensamos ir disminuyendo año a año), e invertimos en una cartera de inversión pensando en nuestra futura comodidad financiera. Y todo esto se consigue simplemente por apartar un 20% de los ingresos netos familiares a primeros de cada mes.
¿Cuál es tu propio nivel de sentimiento de culpabilidad? ¿Puedes visualizarlo realmente? Si la próxima vez que realices una compra frívola te das cuenta que tu nivel de felicidad apenas ha aumentado, y que además la duración de tu sensación de bienestar ha sido efímera, utiliza ese sentimiento a tu favor. No te martirices. Piensa en el precio que cuesta tu verdadera felicidad y comprenderás que aquello que realmente te llena no se compra pasando una tarjeta de crédito por el lector de la tienda.